domingo, 13 de septiembre de 2009

Sobre Cataclismos

Terremoto en Caracas de 6,2 º en la escala de Richter; granizo y lluvia, afortunadamente no paso nada grave, ya se acerca la época de los huracanes, y esperablemente (quizás con algo de inocencia) no pase nada con los otros pueblos que anualmente tienen que vérselas con el temperamento del mar. Cada vez me parece todo más convulso.
Nunca he visto un volcán, de algún modo jamás espero ver uno, pero me resultan fascinantes, particularmente la nube, especie de pared expansiva, voluble y portentosa, que les sucede.

Flujo piroclastico:

Se denomina flujo piroclástico a un fenómeno que acompaña a la erupción de un volcán. También es llamado nube piroclástica, colada piroclástica o nube ardiente. Este fenómeno se produce cuando lava con alto contenido en gases (por ejemplo dióxidos, sulfuros o vapor de agua) se enfría y descomprime al alcanzar la superficie durante una erupción volcánica.
En la mayor parte de las ocasiones, este compuesto asciende hasta la estratosfera impulsado por la célula de convección gigante que crea la emanación de calor en el cráter, separándose en el proceso sus componentes y provocando lluvias de ceniza o grava a gran distancia del volcán. Sin embargo, cuando su densidad es muy grande o su masa es excesiva para la columna de aire ascendente, la convección no puede levantar el flujo piroclástico que vuelve a caer o ni siquiera se eleva y desciende en forma de ríos por las laderas del volcán. Se comporta como un fluido adquiriendo gran velocidad, arrasando con su impacto y su temperatura(que varía de 350 a 1000 grados centígrados) todo lo que encuentra y pudiendo recorrer muchos kilómetros incluso sobre el agua. (Wikipedia)


El aliento de la montaña es amenazador, tuberculosa, escupe sangre de su centro y tose con espasmos incandescentes… los signos de la tierra son confusos, parecemos empeñados en matarla pero cada uno de sus estertores nos ponen en evidencia, sea lucha inútil de vejez o no el mundo se me parece cada vez más a lo que se cree de su juventud, cuando el planeta era febril, no se ocupaba de sus hijos y la vida tuvo que ganarle palmo a palmo su lugar a los cataclismos.
Hay que confiar en la humanidad porque no nos queda otra, porque somos parte de ella y debemos confiar en nosotros mismos, porque es lo que debemos aspirar, porque tenemos el derecho y el deber de confiar; pero aun cuando sea inútil, viendo la cruel majestad de la naturaleza, confío en su justa violencia para el futuro, cualquiera que sea.

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