sábado, 29 de agosto de 2015

La Revolución de Sísifo



Los dioses fueron los primeros amos, para mucha gente son aun los únicos. Los dioses fueron o son aún, quizás, amos tan primigenios, que los amos más burdos, transitorios, mortales, como los reyes, los líderes religiosos, los estados elegidos, algunos presidentes, otros tantos famosos, ciertos bancos y hasta los dólares, invocan el derecho divino como origen de su regencia.

Los dioses fueron los primeros amos y, como todos los amos, divisaron mecanismos para mantenerse en el poder. Visto así, se entiende que el cielo y el infierno son cláusulas contractuales, que el paraíso es exactamente la misma trampa que la zanahoria en el palo de la escalada social, que el Hades y el averno son tipos de interés eternamente al alza.

Si los dioses fueron los primeros amos, Prometeo fue el primer revolucionario y como tal se hizo de él un castigo ejemplar: por el inimaginable atrevimiento de llevar el fuego, que era una marca registrada del Olimpo, a los humanos, se le encadenó a una roca y cíclicamente un águila (que yo voy a asumir era calva) devoraba su hígado durante el día. Por la noche, que duraba lo justo, el órgano se regeneraba para así permitir al águila reanudar su festín al despuntar el alba, vamos, una crisis financiera, una burbuja hipotecaria, el sistema económico mundial, en dos platos.

Por un pleito similar botaron a Eva y Adán del Edén. La serpiente fue la ideóloga pero fue Eva la que, precursora de Wikileaks, le quitó una manzana al árbol del conocimiento. La verdad es que Yahvé había sido muy claro, le había dicho (más o menos y parafraseando): “ No comas de este árbol porque a mí me da la gana, las razones no te las digo porque no necesitas saberlas (porque me da miedo que las sepas, y esto no lo dijo), tu solamente tienes que saber que puedes vivir en paz (aunque no tengas concepto de la vida) que puedes ser feliz (aunque la felicidad sea aburrida) siempre y cuando vayas derechito y por la sombrita”.

Pero la gloriosa curiosidad de Eva le ganó a las normas y Adán hizo la única cosa inteligente que se le conoce: prefirió anudarse a las caderas de Eva que a las alas de los serafines.

Luego vinieron los documentos oficiales y la carta de despido y trataron de disminuir su papel y de hacer creer a la gente que la cristiandad es una cosa patriarcal, pero es a la gran matriarca (a quien imagino con caderas más anchas, labios más gruesos y tez más oscura de lo que la imaginó Durero) a quien debemos el glorioso desafuero en el que vivimos.



Ojeando un poco más el contrato, del cual hay innumerables copias no oficiales, en versos, mitos y leyendas, nos damos cuenta de que a nuestra porción de humanidad nos ha tocado el papel de Sísifo. El suplicio de Sísifo es rodar una roca muy pesada (tan voluminosa y pesada como podía concebirla un dios), hasta la cima de una ladera del inframundo y dejarla caer por el otro lado, pero cada vez que se acercaba a la cima el peso de la roca se hacía insoportable y sus fuerzas fallaban, deslizándose la roca otra vez hasta el comienzo del camino.

Las personas que no solo no estamos conformes con el modo en que funciona el mundo sino que creemos que puede funcionar de otra manera, estamos cansados de ver y vivir cada dos por tres este escenario, subimos y subimos, enjugando estoicamente sudor, lágrimas y sangre. La roca por su parte hace mucho que dejo de ser piedra sino una inmensa pelota de mierda que crece y crece mientras los amos de turno, los cobardes y los inútiles se cagan en nuestras esperanzas.

Algunos resisten más que otros. Algunos más, drenados de todas sus fuerzas, se ahogan en la mierda que les envuelve y se nutre de ellos y pasan a formar parte de la pelota.
A uno y a otro lado los rostros dicen lo mismo sin enunciar jamás las preguntas:

¿Va a ser siempre igual?
¿Estamos condenados a que los zarpazos  de la rapiña, el desespero y el desencanto nos consuman todas las fuerzas?
¿Hasta que nuestra mayor aspiración sea mantenernos en el tope de la bola y que otros nos empujen?
¿El éxito es sonreír haciendo malabares mientras mantenemos el equilibrio sobre un estercolero?

Y hay seres valientes que insisten, seres infinitamente más fuertes que yo o que tantos otros encuentran maneras de reducir las dimensiones de la bola, de animar más fuerza y convocar más gente para apuntalar los hombros y subir. Y por breves instantes el aire se limpia y trabajamos cantando porque nos sentimos fuertes, pero justo antes de la cima los amos cagan toda la ladera y matan y arrebatan a las manos necesarias y nos despeñamos todos de nuevo hasta el fondo, con una carga el doble de pesada y mucho menos que la mitad de nuestras fuerzas.

Es entonces que nace otra pregunta, una pregunta que habita en todos pero que pocos se atreven siquiera a pensar.

¿Por qué? ¿Por qué hay que empujar la mierda? ¿Por qué subirla por esta colina, como si en la cúspide fuera a apestar menos?

La verdad es que se ha intentado y basta con dar la espalda a la colina para que el resto del infierno, o del contrato, se nos venga encima.

Golpes de estado, deudas eternas, tratados de comercio, resoluciones arbitrarias, listas negras, acusaciones de terrorismos, guerras preventivas, la siempre tácita amenaza nuclear, etc. Todo pasto para que los miserables locales, la gusanera que nace y se alimenta de la pelota de mierda, se crezcan y se apoderen de las pocas fuerzas que nos quedan.

Definitivamente no se la respuesta a esta pregunta, solo sé que no se puede ganar un juego que para existir necesita que nosotros perdamos, solo sé que yo no  firmé ningún contrato, que el pecado de Prometeo fue amarme o amarnos, que el de Eva fue ser humana y tener ansia de verdad, que el de Sísifo fue codearse con los dioses, no temerles, saltarse sus reglas (le acusan de robar como ellos, matar como ellos, pero sin la inmunidad que da el poder), también atreverse a ser un ser propio con su propio camino, engañarles, ser más inteligente, atreverse a arrebatarles el secreto divino de vivir, errar y crecer.

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