sábado, 4 de octubre de 2014

Violeta


En el segundo capítulo de “desvaríos de un hombre solo” se me confunden tres violetas, el color, las flores y la mujer.

El color violeta está a un extremo del rango de luz visible, sin embargo esto es apenas una pequeña parte de las radiaciones electromagnéticas a la que nuestros ojos son sensibles. Un espectrómetro se convierte entonces en un aparato legendario, que nos permite intuir colores para los que no tenemos nombre.

 Las violetas siempre me han parecido flores dulces, líquidas, he aprendido que muchas son rastreras y usadas para salvaguardar el suelo de cultivo cuando está en barbecho, algo de anhelo por el agua tiene, aunque eso pueda decirse de todas las plantas. En la ciudad el sueño del jardinero resulta complicado pero aún me entretengo en las maravillosas ilustraciones de los naturalistas que las describieron por vez primera.




Violeta Parra es definitivamente la madre del canto popular comprometido latinoamericano, cada palabra dicha sobre su nombre se quedará siempre corta, mientras más conozco de ella más evidente se me hace un arrebato de mujer y vida que me estremece aun con tantos años de distancia. Entre tantísimas maravillosas composiciones, mi canción favorita de la violeta es “Volver a los diecisiete”:


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